martes, 8 de septiembre de 2009

Sin título #2

Es chistoso, Sofía. Ayer pasé toda la tarde componiendo una canción y el único sonido que pudieron producir mis cuerdas fueron arpegios de melancolía.
No consigo explicármelo, creo que estoy destinado a sonar así para siempre.
Como si mis dedos superieran únicamente expresarse en tonos taciturnos, solitarios
En acordes de ayer y en escalas amargas de nostalgia desmedida.

¿Recuerdas aquella vez que te conté del saxofonista vagabundo? ¿Aquel sonido de tristeza abrumadora que contaba con cada nota fragmentos de una vida inundada en soledad? Cuando era mucho más chico solía sentarme en la barda de mi casa y esperar para verlo tocar a paso lento. Te platiqué alguna ocasión, ¿lo recuerdas?
Era poco lo que de niño llegué a dar a cambio de su música. Si alguna vez lo volviera a ver seguramente le ofrecería más. Es triste e irónico, sin embargo, el no oír más el sonar del instrumento de viento por la antigua colonia. A veces se me olvida que todo ha crecido, incluyendonos a nosotros.

No sé porqué asocio ese recuerdo con los Domingos. Es probable que mis encuentros con el trovador hayan sucedido en más de una ocasión esos días. No sé, es algo tonto pero creo que por momentos una parte de mí regresa a esos domingos: A la calle sin pavimentar, a la blanca reja desgastada, a los grises atardeceres, al seco viento vespertino, al ladrar de los perros vecinales, al olor a humedad del viejo carro de mi padre. Y me siento en la banqueta a ver pasar el tiempo y a tocar mis baladas, acompañado de un saxofón desafinado que se oye a lo lejos, muchas cuadras distantes pero que lentamente se viene acercando.

Es chistoso, Sofía, hay días en los que creo que no tengo cura y hay otros donde me acuerdo de ti y en los cuales espero que tú también te acuerdes de mí.
Pero es imposible descifrarme y tal vez la única forma de entenderme sea a través de mis versos y mis interludios. Espero alguna vez llegues a comprenderme pero entiendo que te pido algo casi imposible porque a veces ni yo mismo lo hago.
Es chistoso, Sofía, en verdad lo es. Porque todos creemos saberlo todo y, ¿sabes? al final, nadie sabe nada.

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