domingo, 25 de octubre de 2009

Sin título #3

Como un vacío que rodea los ojos
negras, negras
testigo de ínfimas noches sin sueño
devoradas por un insomnio clandestino

Mariposas obscuras
que se posan bajo la frente
Son dos; una a cada lado de la naríz
Opacas como las pupilas
Frías y solitarias
Sombra de los espejos del alma
Aliadas del café, enemigas del descanso
Acérrimas rivales de la cama

Tatuajes pardos inmensos, cuelgan de las pestañas
Souvenir de pensamientos irreconciliados
de recuerdos intranquilos
de pasiones perdidas
Colección de estaciones, colección valiente
Todo sigue aquí, postrado en semicíruclos
Mientras cuento, calculo cuidadosamente los segundos
Hasta que reanuden finalmente el juego
hermosa dinámica en la que tan sólo participan
Tus ojeras... y las mías.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Once Epitafios Esbozados

"... los gatos en los tejados
locamente enamorados
gritan al interior de las alcantarillas
trayendo los sonidos de la música
la única música
y soy yo quien está preparado
preparado para escuchar
descansando descansando
una plateada quietud
reina y
se convierte en los nervios de la mañana
me levanto y bostezo
excitado con el pulso alterado
nunca cansado
nunca triste
nunca culpable
porque participo en una carrera limpia
sin otra pista que la noche
y el amanecer como único competidor."


-Bob Dylan
Músico, pintor y poeta norteamericano
Capítulo 10 En Eleven Outlined Epitaphs

domingo, 18 de octubre de 2009

Ladrillo por ladrillo

"La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, (Et tous nos amours, sollozó Emmanuèle boca abajo), lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia (Je n'oublierai pas le temps des cérises, pataleó Emmanuèle en el suelo) se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato. Que era lo que sabía Heráclito, metido en la mierda (...) y por los mocos y el semen y el olor de Emmanuèle y la bosta del Oscuro se entraría al camino que llevaba al kibbutz del deseo, no ya subir al Cielo (subir, palabra hipócrita, cielo, flatus vocis), sino caminar con pasos de hombre por una tierra de hombres hacia el kibbutz allá lejos pero en el mismo plano, como el Cielo estaba en el mismo plano que la Tierra en la acera roñosa de los juegos, y un día quizá se entraría en el mundo donde decir Cielo no sería un repasador manchado de grasa, y un día alguien vería la verdadera figura del mundo, patterns pretty as can be, y tal vez, empujando la piedra, acabaría por entrar en el kibbutz."
-Julio Cortázar.
Rayuela, Cap. 36


Aún llevo la costra de tu presencia pasajera. El mapa que me tracé tantas veces terminó por extraviarme, perdido en círculos y mis veletas perecieron ante el huracán de tu ironía. No es necesario justificarse, lo hecho hecho está. Lazos destruídos, amargas palabras que duelen y seguirán doliendo y ¿todo para qué? No lo sé. En algún momento lo supe pero hoy desconozco. Y hoy parcho mi soledad con fragmentos de un consuelo roto.

El camino se reconstruye lentamente, es un proceso que algunos deciden no llevar pero que se coloca ladrillo por ladrillo por una razón. Cada peldaño nuevo es un paso lejos de tí y más cerca de alcanzar ese kibbutz del que nos habla Cortázar. Y así quizá, en algún renovado encuentro con el gis, la ayuda de un confiable zapato, una acerca intrépida y desgastada y un hermoso dibujo confeccionado cuidadosamente, podré jugar a la Rayuela una vez más. Hacer que mi piedrita vuele, esquivar el Cielo y la Tierra, esquivar la cobardía, la hipocrecía y con un suave soplo entrar despacio, deslizarse, casi susurrando en la inmensidad del kibbutz.