lunes, 2 de noviembre de 2009

Recuento de Recuerdos o La Última Carta Que Te Escribo

Recuerdo mi llegada en septiembre
hacía frío y llovía con frecuencia
tan diferente al clima del norte
tan enigmática la presencia de un futuro
ambiguo, misterioso
era fácil tener miedo
y era dulce sentirse pasajero
de una adaptación que no espera tripulantes
y de un barco que navegaba un cauce inseguro
pero la incertidumbre se tornó certera
la cotidianeidad pasó sus suaves brazos
y me envolvió en una pasividad falsa
anestesiado, perdido en el procedimiento
no supe ver tras el vidrio de la jeringa
pues los cielos se nublaron, los ojos se cerraron
y la lluvia incesante había empañado
el cristal de todas mis esperanzas

Tantas fueron las veces que mi sombrero
enfrentó tempestades, una detrás de la otra
tantas las ocasiones en que sentí la amenaza
y que llegué preguntarme:
¿es esto lo que me toca?
una responsabilidad que había adoptado como mía
y que tal vez nunca me perteneció
que ahora deja libre una avalancha de mementos
que traen consigo mil tristezas
y que se apilan todas al unísono
una detrás de la otra

Recuerdo que encendía los cigarrillos
con el calor de la estufa
innecesario por momentos
necesario ahora que no cuento
con más fósforos
esa bengala cautelosa y amena
que cuidadosamente
sostenía con los dedos helados
y que vuelvo a guardar
celosamente entre los labios
que después de tantos días
siguen tan fríos y tan solitarios
como se encontraban al principio
y que ningún fuego podrá calentar
pues el pasado aún me sabe a cenizas

Recuerdo que leía a Dylan en el metro
fascinante dragón naranja
mientras viajaba por los túneles
a veces con destino
a veces sin destino
pero viajaba y sigo viajando
y sigo leyendo a Dylan
y sigo entre esos túneles
a veces con destino
la mayoría sin él

Recuerdo los exilios, los regresos
las promesas rotas que se tejieron y desbordaron
en esa tierra que muchas veces quise odiar
pero que no pude
y en la terminé por volver a creer
ese puerto de paz, zona de tranquilidad
con el que firmé una tregua aún vigente
y que me concedió verdad y valentía
que en ti jamás encontré
recuerdo tantas cosas, algunas que valen la pena
muchas que quizá no
pero recuerdo solemnemente olvidarte
sellar, firmar sin remitente
ésta última carta que te escribo
y la cual, ojalá, nunca vuelva a saber de estos recuerdos.