jueves, 21 de abril de 2011

El vals del cambio

Félix se esforzaba tanto en no creer en esa fuerza todopoderosa y romántica que la gente llamaba karma y en la que muchos confiaban para equilibrar la bondad y maldad de las acciones. Según él, la idea era tan fantasiosa y cursi que sencillamente no cabía con el mundo contemporáneo, ya que éste no sólo era irracional y poco afín a fantasías, sino sumamente cruel y nada equitativo.

Sin embargo, conforme se fue adentrando más y más en las entrañas de la Ciudad de México tuvo que confesar su sorpresa al verse de frente ante lo que parecería ser ese ente regulador, juez autopoyético que en otros momentos con suma facilidad hubiera descartado como una nimia coincidencia. Casos como este abundaron, como el día que él y Sofía, a punto de abordar el Metrobús se toparon con un turista belga completamente perdido y lo ayudaron a pagar el boleto y subirse al vagón, así como también le dieron indicaciones (en inglés) para llegar al lugar donde lo habían citado. Dicha acción al parecer se vio reflejada en muestras de solidaridad en casos similares, como cuando Félix constantemente se descubría abrumado por la inmensidad del Distrito y al pedir direcciones a transeúntes al azar éstas, increíblemente, resultaban acertadas.

No obstante, hubo otras escenas donde el fantasma moralista aparentemente dejó caer su venganza despiadada sobre Félix, quien nunca ha estado libre de culpa y frecuentemente cometía actos poco honrosos. Ya sea desde copiar la tarea cinco minutos antes de que empezaran las clases debido a irresponsabilidad nocturna del día anterior o las constantes faltas en el Centro de Revelado Lumiere hacia los pedidos de los clientes, las conductas negativas de Félix repercutieron más temprano que tarde.

Pero principalmente hubo un incidente que él conservaría por un largo tiempo como testigo del misterio kármico. Fue un sábado del mes de octubre cuando Julieta cumplió 18 años y su hermana mayor, Elena, decidió hacerle una fiesta sorpresa (a la cual, por cierto, invitaría casi en su mayoría a sus amigos, no a los de la cumpleañera). Entre tanto preparativo, Julieta le pediría que tocara música en la fiesta, lo que fuera, para reforzar el festejo, a lo que Félix accedería. El conflicto surgiría cuando Félix llegaría a casa de las hermanas con Sofía bajo el brazo. Él había tenido un pasado romántico inconcluso con Julieta lo cual había dejado algunos hilos pendientes. Julieta no se lo vio venir nunca y al parecer, ahogó sus penas en alcohol. Esa noche, Félix no sólo le interpretó el vals del cambio sino que indirectamente le restregó a Julieta que ya tenía una nueva persona en su vida y que el lugar que ella pudo haber ocupado ya estaba tomado.

Años después, cuando Félix y Sofía se declararon la guerra, Julieta seguiría ahí en la escurridiza zona de la amistad, lo cual en un punto común de soltería dio pie a que reiniciaran coqueteos. Pero como podrá advertirse, la brutal lección llego al poco tiempo cuando en una de las típicas fiestas caseras del departamento 204, Julieta llegaría con un tipo bajo el brazo, un tipo tan amable que le resultaría imposible a Félix odiarlo. Se besaron y rieron toda la noche, tal y como Sofía y Félix lo habían hecho años atrás y fue ahí cuando Félix se dio cuenta que eso, fuera lo que fuera esa energía reguladora era una hija de su reputísima madre. Trató de ignorarla unos minutos, debido a que la felicidad ajena puede ser algo tan insoportable, hasta que decidió hacer lo más sensato: Ahogar sus penas en alcohol.

En realidad Félix estaba pasando por una racha tan mala en ese momento que la relación que empezaba a reconstruir con Julieta llegó a representar una puerta hermosa tallada en mármol hacia mejores cosas. De verdad llegó a imaginarse sus movimientos con la joven Julieta a su lado, impetuosa, impredecible. Y aún así, la vida le había barajeado una mano tan culera que rompería su cristal de las expectativas y aunque Félix sabía que no se podía quejar, en un intento de justificación su mente no pudo dejar de hacer eco aquella canción que va:

You're too young, you're never gonna know why it hit me when I felt on in silence. 
No one thinks what I'm doing is the right way forward, you'll see it's not just a dream now.
Oh, you think you know, you don't know.
Oh, you think you know, you don't know.


No, Julieta no sabía el dolor que había causado, así como Félix no pudo mas que suponer cómo en su tiempo él también había lastimado. Nadie supo a tiempo y nadie pudo hacer nada al respecto. Y precisamente por eso, el karma, la vida o lo que fuera cumplió su trabajo, dejando nudos y silencios en el camino mientras sonaba impotentemente, como un grito enorme, infinito, el vals del cambio.