domingo, 28 de febrero de 2010

Carta al turista

Me sé de memoria el final, cada palabra es la indicada
me da vueltas una y otra vez en la cabeza, me pide que lo escriba
que lo anote, que no se me olvide por favor. 
Que no se me olvide por favor, no te sueltes nunca por favor.

Mi triste protagonista sigue sentado en ese rincón bajo la lluvia
su café se ha enfriado, su cigarro se ha apagado
su sombrero sigue en pie, pone valiente resistencia
pero las ráfagas son cada vez más fuertes, se avecina una tormenta
se siente abandonado, sus brújulas tan rotas, 
su voz que tiembla antes de hablar
Y yo, que no le puedo prometer un final feliz, 
me parte en mil pedazos.
Soy el autor más ingrato, el más desagradecido de todos
y él, que sigue bebiendo su café, ha optado por seguir luchando
contra ese azar tan clandestino por todos esos pequeños momentos y esas pequeñas personas
en donde toda tristeza vale la pena, por las que llorar es poco precio.
Te envidio tanto, amigo, te envidio muchísimo. 
Alguna vez fuimos similares, alguna vez compartimos sueños. 
Pero hoy te pido perdón una y otra vez porque he perdido la batalla.

Va a doler tanto escribirte
Tanto como en este mismo momento duele plasmar estas líneas. 
Te tengo tanto amor, ya no te quiero ver cargar mis penas
No es culpa tuya, la historia que te tejo con todo mi cariño 
está bañada del dolor que guardé mucho rato en el armario
Pero te tengo que narrar porque puede que sea nuestra única salida 
por eso recurro a la canción, recurro a los violines 
que con su fuerza poética hacen emanar las lágrimas, 
aún no terminan cuando los vuelvo a buscar.
Y me desgasto tanto que no me puedo levantar de la cama.
Me percato que los días que dan fuerza para sobrellevar la semana están caducando
Y me alarma la idea de que un día nada sea suficiente 
y hasta el más pequeño destello sea devorado por el hoyo negro. 
Me desmorono poco a poco y el lápiz y el papel 
que son la terapia temporal, a veces pegan las piezas,
pero estoy tan cansado. Me arden los ojos, me sangran los dedos.

Yo también a veces me pregunto a dónde vuelan los patos en invierno.
Transcurren las estaciones y los veo navegar por el lago hasta que éste se congela y tienen que emigrar. 
No soportan tanto frío.
Los envidio porque de saber la respuesta podría viajar con ellos.
El taxista sigue sin conocer su destino.
Pero pasa el tiempo y no me deja el deseo inexplicable 
de tomar mi bufanda y seguirlos 
Huir a tierras cálidas y pretender que quizá siempre he estado ahí, 
siempre he estado ahí..

domingo, 21 de febrero de 2010

Siluetas

 "This isn't your song. This isn't your music"

Tocan los violines, pasa la medianoche
Sopla el céfiro nocturno y los vidrios se empañan
Recae el cansancio, recaen las meditaciones 
Cansadas, ya tan cansadas que no se quieren seguir persiguiendo.
Reflexionando, hacer conjeturas no lleva realmente a ningún lado
Cuando uno se está tan desencantado, tan harto de todo
Cuando ha cambiado su nostalgia por amargura
Frío, soy tan frío y yo que me caliento
con este abrigo de soledad que resulta ser el mejor traje.


Hay muchas constantes, no vale la pena mencionarlas cada una
pero son constantes, he ahí lo interesante
No sé cómo o cuándo detener su ciclo, son como engranes
que giran y giran aceitados en cotidianidad
Pero hace mucho tiempo que dejé de buscar 
Y hace tiempo que dejé de creer.
Por momentos veo una luz por el crisol
pero recaigo en la enfermedad, yo mismo la provoco
Y me doy cuenta que pocas son las herramientas que se poseen contra ella
Un sombrero, un libro, un escudo de notas y escalas musicales
Una burbuja donde no oigo, ni veo, ni pruebo, ni toco, ni siento. 
Y el mundo no me oye, ni me ve, ni me prueba, ni me toca ni me siente. 


La melancolía, que nunca acaba de estar cerca ni lejos 
y que más bien viene y va a conveniencia, navega por mis mares.
A veces tan presente, la puedo tocar con la punta de los dedos,
Y otras que huye por aeones y no podemos ver ni su sombra.
Su rastro es tenue, se ha borrado de la faz de la tierra.

martes, 9 de febrero de 2010

Silencios Rotos o El Eco Del Susurro

No, esto no es un monólogo, mucho menos uno inspirador. Es tan sólo una declaración de intenciones o de la falta de estas. Es fácil acusar a las circunstancias como responsables y no a los provocadores de las mismas. Una actitud cobarde, sin duda. En cuanto a las víctimas siempre las habrá pero ¿desde cuándo eso te ha importado o te ha impedido realizar todas tus artimañas y tus trucos?

Todos los trazos que se escribieron en tu nombre y que permanecen intactos se duelen y se preguntan dónde terminó ese viaje sin fin tan prometido, pero no hay respuesta. Todas esas teorías fallidas y acertadas que sirvieron de guía para navegar por la insolencia y la desesperación han concluido:
Hay una triste luz que emana de ti y que no da abasto a toda la soledad y a la fragilidad que te dominan, que sin darte cuenta te han envuelto en papel y te han otorgado un cerillo y gasolina en espera del día en que el lente de la lupa ordene combustión.

Pero hasta que llegue ese día, adelante. Constrúyete tu realidad; una en la que siempre puedas salir ganando. Una en la que el cinismo no te posea, donde la infidelidad no sea una constante y donde el autoengaño sea la cura para todos los males. Sigue creyéndote lobo, Caperucita, sigue acusando las guerras que has comenzado y fingiendo demencia para llevar un nuevo método, el más fallido de todos. ¿Qué importa? Tu fin justificará los medios necesarios para tratar de respirar en ese mar tan tempestivo en el que tu embarcación perece y quedarán grabados para siempre en todas tus sonrisas torcidas y en tus ojos antes inciertos ahora tan perdidos, cada uno de tus lamentos mientras el agua te consume por completo. Anclada, tan anclada y tan pero tan lejana.

domingo, 7 de febrero de 2010

Pistas sobre la verdad

Porque puede que bien sea eso lo único que podamos asimilar sobre la verdad: Pistas.
¿Crees que existe algo absoluto, algo irrefutable que está esperando a ser descubierto? Claro que no.
Toda esa gente allá afuera, que viene y que va y que no vale la pena y que vive con sonrisas torcidas creyendo ser feliz, creyendo estar acompañada cuando parchan su soledad con entes más débiles, como sanguijuelas alimentándose de otros, demostrando la más desesperada de las soledades en un intento fútil por tratar de llevar la insoportable carga que les representa existir. Y que juegan sus palabras con astucia, malabarean con su retórica intentando justificar el porqué de su éxtasis y el porqué no de sus tragedias. Sobra evidencia para decir que las calles que recorrí y que conocí se encuentran ya repletas de ladrillos rotos y polvo, las cuales hablan más fuerte que lo que tus frases débiles alguna vez dirán. 


Puedes asimilar esto también: Deja de creer en las personas. Es erróneo creer que la gente puede y tiene que hacerte feliz de alguna manera. Te olvidas que si esa gente te puede hacer feliz, también te puede hacer infeliz. ¿Entonces qué queda? Encontrar eso que haga feliz sólo a ti, sin necesidad de intermediarios. Encontrar el motivo para escribir estas líneas. Porque al final sólo quedas tú. Y nada más tú.


Pero otra vez me encuentro con tu paso temblante y tu miedo a llorar. Tus huellas en la nieve son pista suficiente para saber que el rumbo lo has perdido, que la tristeza aguarda escondida en el más profundo de tus armarios y que estás muy, pero muy lejos de casa, Caperucita.