miércoles, 20 de diciembre de 2017

Crimetown Blues

Hey, hot mama.
She called him Moose.
He was 26 and had slim hips
that swayed and swiveled as he walked.
Struggling with the weight of his chest.
Muscled and popping,
the buttons on his light blue shirt.
He called her gorgeous,
baby doll,
hot stuff.

In August 1980.
19 and ripe.
And she is 19 and ripe
with baby blues that thought they had seen it all.
And today she’s wore snug purple corduroy pants,
cupping curves and slimming thighs.
Her pink cashmere sweater,
one size too small.
Has short sleeves and was dyed touch me pink.
She smelled like youth and apricots.
And he said sweetness he saw her, stamped his feet.
I grabbed her out of there.
And how gorgeous baby doll, hot stuff.
After work, they grabbed pizza and beer.
She wondered what the food would do to her figure.
He wondered what he could do to her figure.
It wasn’t long until they figured it out.

-Nicole Sousa

sábado, 23 de septiembre de 2017

19S

Eres del lugar donde recoges
la basura.
Donde dos rayos caen
en el mismo sitio.
Porque viste el primero,
esperas el segundo.
Y aquí sigues.
Donde la tierra se abre
y la gente se junta.

Otra vez llegaste tarde:
estás vivo por impuntual,
por no asistir a la cita que
a las 13:14 te había
dado la muerte,
treinta y dos años después
de la otra cita, a la que
tampoco llegaste
a tiempo.
Eres la víctima omitida.
El edificio se cimbró y no
viste pasar la vida ante
tus ojos, como sucede
en las películas.
Te dolió una parte del cuerpo
que no sabías que existía:
La piel de la memoria,
que no traía escenas
de tu vida, sino del
animal que oye crujir
a la materia.
También el agua recordó
lo que fue cuando
era dueña de este sitio.
Tembló en los ríos.
Tembló en las casas
que inventamos en los ríos.
Recogiste los libros de otro
tiempo, el que fuiste
hace mucho ante
esas páginas.

Llovió sobre mojado
después de las fiestas
de la patria,
Más cercanas al jolgorio
que a la grandeza.
¿Queda cupo para los héroes
en septiembre?
Tienes miedo.
Tienes el valor de tener miedo.
No sabes qué hacer,
pero haces algo.
No fundaste la ciudad
ni la defendiste de invasores.

Eres, si acaso, un pordiosero
de la historia.
El que recoge desperdicios
después de la tragedia.
El que acomoda ladrillos,
junta piedras,
encuentra un peine,
dos zapatos que no hacen juego,
una cartera con fotografías.
El que ordena partes sueltas,
trozos de trozos,
restos, sólo restos.
Lo que cabe en las manos.
 
El que no tiene guantes.
El que reparte agua.
El que regala sus medicinas
porque ya se curó de espanto.
El que vio la luna y soñó
cosas raras, pero no
supo interpretarlas.
El que oyó maullar a su gato
media hora antes y sólo
lo entendió con la primera
sacudida, cuando el agua
salía del excusado.
El que rezó en una lengua
extraña porque olvidó
cómo se reza.
El que recordó quién estaba
en qué lugar.
El que fue por sus hijos
a la escuela.
El que pensó en los que
tenían hijos en la escuela.
El que se quedó sin pila.
El que salió a la calle a ofrecer
su celular.
El que entró a robar a un
comercio abandonado
y se arrepintió en
un centro de acopio.
El que supo que salía sobrando.
El que estuvo despierto para
que los demás durmieran.

El que es de aquí.
El que acaba de llegar
y ya es de aquí.
El que dice "ciudad" por decir
tú y yo y Pedro y Marta
y Francisco y Guadalupe.
El que lleva dos días sin luz
ni agua.
El que todavía respira.
El que levantó un puño
para pedir silencio.
Los que le hicieron caso.
Los que levantaron el puño.
Los que levantaron el puño
para escuchar
si alguien vivía.
Los que levantaron el puño para
escuchar si alguien
vivía y oyeron
un murmullo.
Los que no dejan de escuchar.

-Juan Villoro
(24 de septiembre de 1956)
Escritor y periodista mexicano

viernes, 7 de julio de 2017

New Heaven


No he dormido en 36 horas. Es sorprendente la cantidad de cosas que puedes hacer si tomas tus horas de sueño y las transformas en horas productivas.

Ahora, en el vuelo de regreso mientras giramos y giramos a diez mil pies de altura sobre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, incapaces de tomar tierra debido al congestionamiento en las pistas de aterrizaje (puta madre, hasta aquí hay tráfico) hago un breve recuento de las actividades que desempeñé con estoico postín clasemediero en este día y medio que llevo sin cerrar los ojos.

Levantarme, bañarme, ingerir un intento de desayuno saludable (omelette de espinacas y champiñones, inundado en aceite), correr -siempre tarde- a la casaoficina ubicada en Saltillo número 9 de la inmamable Condesa e instalarse con un brinco y de nalgas en la silla reclinable cuyo descansabrazos derecho ha sido reducido a no más que un montón de hule espuma.

Las doce horas siguientes se irán gastando sin orden específico en las siguientes tareas: editar videos de recetas de pasteles, de modelos sudamericanos usando ropa ridícula y pretenciosa. Ensamblar fragmentos de material sin contexto o narrativa en lo absoluto, intentando desesperadamente entregar algo por que pase por "contenido" para canales de Youtube de hijos pubertos de empresarios multimillonarios, los cuales bajo el esquema de una campaña de movilización social, terminarán por anunciar cerveza o zapatos o coches, artificio de una mafia del marketing diseñada a hacer pensar a la gente que queremos ser como cualquier imbécil que nos pongan frente a un lente. Hacer fila en la fonda de la esquina para poder tener el derecho de pedir consomé, arroz (el mío con un huevo estrellado encima, por favor), enchiladas verdes de pollo -con todo- y tu Bocadín® de postre. Pedirle un cigarro a tu amigo El Cubo, pedir un $300 de perico a El Bachas, esperar al perico, recibir el perico, inhalarlo, correr al OXXO por chelas, correr al OXXO por un Black & White, hacer tragos para todos los del departamento de post-producción, pedir más perico, inhalarlo, seguir editando bodas y conferencias de las 100 mujeres más poderosas según Forbes, seguir bebiendo y escurrir las horas con tus amigos entre risas e historias de conflicto hasta que sean las 3 de la mañana para regresar a casa, hacer maletas y manejar al aeropuerto.

Aterrizar en Fort Lauderdale. Tomar un Uber que te deje en la UPS Store ubicada en 1951 NW 7th Ave #16 y recoger un paquete con cuatro pilas para cámara RED. Caminar tres cuadras al Wendy’s más cercano, desayunar y colgarse del Wi-Fi para nuevamente pedir un Uber que nos llevará al Spa japonés más cercano, el New Asian Heaven Massage.

-Hi, I would like some information about the different kind of massages and services you offer, as well as the prices.-
-Yes, massage.-
-Ok, I want a 1-hour massage, onegai.-

Minutos después, mientras la joven Aiko frota mi verga con un aceite caliente -quizá demasiado caliente- y acaricia mi glande con sus dedos en movimientos circulares orgásmicos, habría de enterarme que este Spa apenas tiene dos meses de operación ya que el anterior Asian Heaven Massage fue obligado a clausurar cuando un político local se vio envuelto en un escándalo de adulterio y desvío de recursos. El orden de los factores no alteró el producto.

-So this is the New Heaven, the other one was just "Heaven".-

Y fue ahí, en la Florida Republicana Levantamuros de Trump, donde finalmente pensé: tal vez de eso se trate el nuevo Cielo. Un paraíso radicalmente nuevo en el que nuestros vicios y prioridades ya no son las de antes. La promesa ha cambiado por completo, intentando ponerse al corriente con el Siglo XXI. Ahora nos vale madre la vida eterna, la felicidad absoluta nos genera una hueva inconmensurable.

No queremos paz, ni serenidad, ni sabiduría, ni amor. Buscamos ruido, sordidez y exceso. Una generación Copo de Nieve demasiado frágil, especial y única para aceptar la autocrítica, condicionada a una gratificación tan inmediata que cualquier cosa que demanda más de cinco minutos de enfoque se considera aburrido. Pero nos unimos a la masturbación intelectual de diseñadores gráficos y artistas plásticos, pintores que escupen en un lienzo y cobran $350,000 pesos. Rodeándonos de fraudes igual de perdidos que nosotros que llamamos amigos mientras aportamos nuestro granito de arena para destruir la cultura audiovisual con la basura que exportamos y nos consolamos diciendo ”de algo tenemos que comer” para amainar nuestra soledad y desesperación mientras succionamos drogas que nos adormecen y nos despabilan a placer al mismo tiempo que rogamos, GRITAMOS por atención en una pantalla y pagamos a inmigrantes ilegales asiáticas por migajas de afecto sin sentir un gramo de culpa.

Welcome to Paradise.

De regreso en el Boeing 747. De regreso de Miami en el presente del que siento como si nunca podré desprenderme. Atrapado en una insólita realidad que amenaza con jamás transformarse en futuro. Y aunque en el horizonte puedo ver el sol estirando sus últimos dedos de luz, siento como si al atardecer sólo le siguiera más día, y el día - las 36 horas que parecen no terminar jamás- y yo, sobrevolando en círculos, intentando aterrizar.

lunes, 22 de mayo de 2017

The Hunting Never Stops

I stay alone, skipped a stone, from the known to the unknown
Feeding fires, spinning tyres, getting even
And for a while, I made you smile, saw the voodoo in you child
Girl, you know you are the reason
It's been a wild season.

-Escrito por Paul Banks, Robert Diggs, Florence Welch y Andrew Wyatt
para la canción "Wild Season" del disco Anything But Words (2016).
Parte del proyecto musical Banks & Steelz.