martes, 26 de agosto de 2008

Círculos



El humo del tabaco aromaba aquel lejano día, hace ya mucho tiempo. Era Diciembre y llovía. Lo recuerdo bien. Ella estaba sentada frente a mí, su mirada clavada en la mía, cigarro en mano, buscando las palabras apropiadas para un momento inapropiado. Tal vez ella tenía razón. Tal vez era muy pronto.

De repente, el sonido de su voz irrumpió el ensordecedor silencio al que ya nos habíamos acostumbrado. Con un sorbo de mi taza, el tibio café americano que tanto me gustaba entró a mi boca y lo digerí secamente. Estaba preparado para lo que viniera. ¿O lo estaba?

-Me traes tanta nostalgia...-

Y con esas palabras tan sencillas, trajo en mí una avalancha de recuerdos. La verdad no había pensado lo mucho que la extrañaba. Simplemente había decidido aceptar lo que había pasado: Un día desapareció, y no supe más de ella. Mi vida y la suya siguieron adelante, pero por distintos rumbos. Hacía tanto que no sabía de ella.

-Si te dijera que tú también me traes nostalgia, me creerías?- Le respondí.
Era la verdad, por mas estúpido que sonara. No era una de esas cosas que dices por mera reciprocidad. Era en realidad lo que sentía, y no decir ese tipo de cosas era un error.

-No.- Contestó.
No puedo decir que no me lo esperaba. Di un sorbo más a la taza. El café se empezaba a enfriar. Entonces tomé un cigarro de la cajetilla y lo encendí. Sé que no debería fumar, pero sólo hoy haré una pequeña excepción. "Hoy es un buen día para las excepciones", pensé.

-Pues lo haces. Me recuerdas tanto a cómo era yo hace tiempo, a cómo eramos. Y a lo que sentía cuando estábamos juntos.-
Respondí. No importaba si me creía, tenía que saberlo. Con ella llegué a sentir algo con quien nunca antes había sentido: Afinidad. Tenía que saberlo.

-¿Qué sentías?- Preguntó.
Algo en sus palabras me hacía saber que ésta vez si me había creído. Ella sabía que era cierto lo que había oído. Sabía porque en el fondo sabía que ella sentía lo mismo, alguna vez lo sintió, muchos meses atrás. Pero necesitaba oírlo. Entonces, di una inhalada a mi cigarro y la miré fijamente.

-Sentía que contigo, no importaba de que habláramos siempre me entenderías. - Contesté.
Por un momento, el silencio se apoderó nuevamente del lugar. A veces el silencio dice más que las palabras. Entonces, ella dio una suave inhalada a su cigarro y nos miramos fijamente.

-¿No tienes la sensación que todo se repite?- Ella preguntó.
Sabía a que se refería. Sabía porque yo sentía exactamente lo que ella sentía en ese momento. Esa extraña sensación de volver a sentir todo otra vez y preguntarte porqué termino, sin saber dar una respuesta.

-Sí. Parece como si viviéramos todo de nuevo.- Ella asintió.
-Es bueno que la vida tenga sus círculos.- Le dije.
Es cierto. Todo lo que nace algún día tiene que morir. No existe tal cosa como la inmortalidad. Así como las etapas de la vida, cada una con su principio y su final. Cada inicio tiene un fin, y el final de algo puede bien ser el comienzo de otra cosa.

-Es cierto.- Concluyó.
Tomé una última vez mi taza. El café se había tornado frío. Bebí lo último que quedaba y dejé la taza en la mesa. Una suave brisa se coló por las ventanas del establecimiento. Su pelo se ondeó con gracia, y entonces pensé en todo lo que habíamos pasado hasta éste punto. Un largo camino y sin embargo, ahí estábamos.

-Tal vez, en alguno de esos círculos, tú y yo volvamos a encontrarnos...- Le dije.
-Tal vez.- Respondió. Su mirada penetrante, indescifrable.

Y de repente sonrió. Hacía tanto que no la veía sonreír. Y en ese momento, sentí algo que me hizo temblar. Me sentí feliz, triste, con miedo, con esperanzas, incierto, pero más seguro de lo que alguna vez he estado, todo a la vez. Dí una última inhalada a mi cigarro. El humo del cigarro flotó delicadamente sobre el aire.
El aroma del tabaco, lo recuerdo bien.