jueves, 26 de agosto de 2021

Lo mejor que he escrito

Estamos en el pasado, hace tres millones de años, en la era glacial del Pleistoceno. Desde entonces, miles de condiciones climáticas conspiran para darle vida a un Mar que no pidió nacer. 

Henos aquí; es el presente y seguimos siendo testigos de ese pequeño error de cálculo que hace más de
cien años desencadenó una aventura geológica de ridículas proporciones. Y somos felices. 

Es el futuro. Todavía no sabemos qué va a pasar. Quiero creer que podremos con lo que sea que se nos ponga enfrente. Nos adaptaremos. Y se verá tan bello este momento, como siempre se había visto. Como Santa Anna y el Salton. Como cuando éramos niños y volábamos papalotes a la orilla del mar y todos convergíamos en una breve, muy breve eternidad.

miércoles, 16 de junio de 2021

Breves recortes de nuestra insípida generación #1


¿Qué mierdas nos pasa?
Otro viernes olvidado.
Afuera, las calles incendiadas, revolcadas de vulgar indignación.
Respuestas pendejas a provocaciones igual de pendejas.

Ayer brincamos y rebotamos en los pasillos de un karaoke koreano
mientras forzamos cantidades extremas de dinero en los bolsillos
de unos genios que hicieron comestibles
las peticiones millennials de estos mamadores políticamente correctos.
Treinta gargantas saturaban los micrófonos del establecimiento
al ritmo de canciones de reggaeton -nuevas y viejas-
que deprimirían al más nihilista de los individuos.
¿Cuántos años tenemos? ¿Diecisiete?

Esta lucha fugazi, sus protestas de peluche
y sus cánticos de papel.
Es la generación del Lorem Ipsum.
Aquí lo que importa no es el fondo, es el ¡VÉANME, VÉANME, VÉANME!
Somos el placeholder de una ideología que aún no ha llegado.
Y hondeamos con orgullo la bandera de este movimiento
que sus Instagram y sus Tik Toks no sería nada.
Lo visual es lo único que tienen que ofrecer.

A veces me acuesto en el techo de mi apartamento y me río 
de todas nuestras pequeñas y tristes ambiciones.
Otras veces, pienso que no extrañaría mucho este plano.
Pero supongo que estamos demasiado conscientes de nuestro pulso,
nos aterra dejar de sentirlo y nos da, -oh, demasiada lástima- 
concebir un mundo sin nosotros, sin nuestra preciada unicidad e irrepetibilidad.

Así que, sí, de alguna manera supongo que todavía tenemos siete años.