lunes, 28 de mayo de 2012

El Arte de Extrañar (traducido)

Ya han pasado dos semanas desde que Eduardo se fue a pasar navidad en Berlín.
Estoy tratando de no pensar demasiado en ello, realmente.
Es curioso, pero me gusta fingir que no estoy consciente de que se ha ido.
De ese modo, tal vez, el tiempo correrá más rápido y cuando menos me lo espere, estará de regreso.

Sin embargo, a veces me pregunto si es cruel de mi parte pensar de esta manera.
¿Es egoísta esperar su regreso prematuro, aunque sea por un ratito?

Es muy tonto, pero me encuentro a mí misma volteando a ver mi celular cada quince minutos
Como si, de alguna forma, él pudiera comunicarse a través del Océano Atlántico
y quizá el suave eco de un susurro alcanzaría mi tímpano
gritando: "cómo extraño tus pecas..."

Trato de vivir sobre las puntitas de los pies, en total silencio
pues imagino que si estoy muy callada, la espera no notará mi presencia
y podré escabullirme entre sus brazos y quedarme dormida
Así que estoy esperando, pacientemente, no haciendo ni un sonido.

Mamá está empezando a preocuparse, dice que no es normal que actúe así
Estoy tratando de darle el avión, así que he empezado a leer mucho en la sala
Poniendo discos viejos de cuando iba en la Prepa.
Debo haber terminado ya tres o cuatro libros.

Esa canción de Andrew Bird que va:
I'm all for moderation but sometimes it seems
moderation itself can be kind of extreme
me da escalofríos.

En fin, el otro día tuve el sueño más extraño.
Soñé que recibía una postal de él.
Era de una avenida larga y bonita llamada "Unter den Linden"
donde decía que la gente elegante solía juntarse bastante hace ya muchos años.
Él escribía que el invierno estaba siendo brutal por allá,
y que se estaba congelando todo el tiempo.
Los días eran más cortos, las noches eran más largas.
Así que tenía que refugiarse en cafeterías pequeñas para poder calentarse.

Anoche no pude dormir.
Estuve despierta toda la noche pensando en Eduardo, temblando en las calles de Berlín.
Y cuando miré por la ventana, de pronto me di cuenta
de que ya nos cubría el mismo cielo nocturno.
Y me sentí tan sola y desamparada.
Pero volteo a ver mi celular constantemente, preguntándome.