lunes, 23 de febrero de 2009

Hermosos desastres

Obscuridad y Confusión juegan maliciosamente en el jardín del Edén. Y del caos y la devastación brotan las semillas de los verdaderos colores:
El arte, y nace Ian Curtis con un Rembrandt en manos.
Se descubre el café y a lo lejos proyectan "Trainspotting" una tarde lluviosa de algun Febrero y la vemos diez veces refugiados bajo una sombrilla púrpura.
Jugamos ajedrez. Y leemos Rayuela pero no entendemos.
Y nos gana la melancolía, y extrañamos.
Y lloramos. Y discutimos (vive la difference) hasta no poder más pero nos matamos mutuamente. Y nos destruimos. Si, nos destruimos.
Y de esas dulces catástofes sólo nace más belleza. Abrimos los ojos a un mundo de contrastes y nos damos cuenta que podemos ser testigos de tanto dolor y de tanto esplendor. Tú eliges.
El sol sale otra vez.
Y es tan hermoso, y tan desastroso.

domingo, 15 de febrero de 2009

Diarios de Noviembre


Y así, como página arrancada, con tal furia me arrancaste sin pensar en consecuencias. No te molestaste siquiera en leer lo que decía, fuiste brutal abriéndome con tanto parecido a un libro y con tu lápiz, suavemente fuiste escribiendo en mí tu vida. Tus triunfos y fracasos, cada sonrisa y cada lágrima. Y me mostraste tus cicatrices y me contaste tus historias. Y escribiste y escribiste, cada día un poco más. Y escribiste una página y proseguiste con otra. Te rogé "detente" pero no hiciste caso, y trazaste una vez más el mapa que llevo en la piel, aquél que tiene como destino la punta de tus labios, la punta de tu corazón.

Y yo siendo quien soy, un iluso y tonto enamorado, lo seguí. Y empecé yo a escribir un poco en tus páginas. Primero una palabra, después una frase. Un párrafo, un capítulo. Y terminé por escribir en tí mucho más de lo que esperaba. Vacié cada gramo, cada centímetro de mí. Y me hice tan tuyo, y me volví tan ajeno a mis adentros. Y tracé en tus ojos la ruta de regreso pero sólo conseguí darle vuelta al sendero que lleva nuevamente a tus castaños cabellos, a la punta de tus dedos con la que me escribes cada noche y me alimentas de tu fuego. Y tus palabras son novelas, son tinta fresca y yo soy un papel en blanco que busca tu puño y letra desesperadamente, y que se muere porque escribas en él un poco más, tan sólo un poco más.