domingo, 11 de abril de 2010

Tus mil reflejos (traducción)

El otro día Nina llamó, directo desde Canadá.
No había sabido de ella en un rato, realmente no la extrañaba.
No quiero sonar grosero, sé que le estaba yendo bien.
Siempre le había ido bien.
En fin, ella me preguntó: "Félix, ¿cómo están las cosas por allá?"
Había visto en las noticias sobre la inseguridad.
Sobre las muertes, sobre la corrupción y sobre el miedo al cual, desafortunadamente nos hemos acostumbrado.
Pero ella sonó tan ajena, tan desinteresada, como si nunca hubiera vivido aquí en lo absoluto.
Casi como si presumiera de su situación. Apuntando con su dedo perfecto y su mueca maliciosa.
No recuerdo qué le conteste. Probablemente dije que no era tan malo.

Ella sembró dudas, sin embargo, que me dejaron pensando.

Podríamos bien estar todos malditos.
No es el mal de este o de aquel país
Sino la epidemia de un mundo entero.
Podríamos estar tan envenenados que ni siquiera nos hemos dado cuenta.
Enfermos de desconfianza, enfermos de indiferencia.
Enfermos de hipocresía y celos y frustración.
Y frecuentemente me pregunto: ¿Dónde están los especialistas?
¿Cuál es el punto en tener a todos esos políticos y abogados y doctores e ingenieros si ni siquiera pueden hacer el cambio más mínimo?
Ellos no son la cura, ¿por qué seguimos confiando, siguiéndolos si están igualmente perdidos?
Pero en estos tiempos tan dolorosos sería imprudente pedir cordura.
Todos están confundidos, todos están afectados. Y nos prendemos de nosotros mismos, nos prendemos de gente a quién amar, pero la sociedad nos considera egoístas, envidiosos, hedonistas y superficiales. Y bajo estos preceptos uno sólo puede esperar perder. No hay vuelta correcta, no hay escape del juicio.

Sin embargo, a veces creo que todos han encontrado a sus compañeros de culpa. Es gracioso.
No los culpo por hacerlo, de hecho, tendré que unirme al club eventualmente y confesar pese a la posibilidad de ser marcado un cínico.
Me gustas. Realmente creo que me gustas.
A veces creo que también podría yo gustarte.
Disfruto verte reír y me gusta pensar que es principalmente debido a mí.
Pensamientos azarosos de que podría haber felicidad dentro de nosotros, esperando a ser descubierta, se asoman por mi mente.
Pero hay días en que te siento tan distante y sólo puedo ver la sombra de tu sombra.
Tu mirada es tan tenue que se escapa del roce de la punta de mis dedos y no me atrevo a acercarme.
No te quiero asustar con mis intentos sospechosos.
Y me siento a lo lejos y continuamente miro hacia tu lado, tratando, tocando a distancia.
Quizá algún día te pida unirme a tu juego de espejos.
Quiero compartir mi taza de café contigo tan desesperadamente pero tengo miedo de perderte en tus mil reflejos.
Uno de los dos siendo malentendido.

Una vez vi a un tipo de mediana edad a mitad de la calle.
Era una tarde opaca de domingo repleta de polvo y silencio y nubes destrozadas por el viento.
Traía guantes, tenía un letrero de 'ALTO' en sus manos, casco puesto.
Pero no era un oficial de transito.
Él pretendía ser un oficial de transito y por eso la gente le temía.
Creían que estaba loco.
Esto no pasó en la ciudad. Sucedió allá en casa.
Mi papá me dijo que él no debería hacer eso, que no era necesario.
Ya había un letrero de 'ALTO' en la calle.
Y yo le dije: "Papá, mucha gente tiene empleos ficticios. Creo que este es bastante inofensivo."
No estuvo satisfecho. Levantó una ceja mientras pasamos a su lado con el coche.
Nadie le había pedido a este señor que hiciera lo que estaba haciendo. Es por eso que deduzco que era feliz en su manera peculiar, contribuyendo con su (no solicitado) servicio a la comunidad.
Pero teníamos que joderlo todo otra vez.
Levantando nuestras manos, apuntando con nuestros dedos, dejando nuestras lenguas correr libremente.
No soportamos ver a alguien sonreír, tenemos que aplastar sus fantasías y hacerlos reaccionar:

'¡Despierta! ¡Suficiente de este sueño! Abre los ojos al mundo real. Aquí no tenemos razones para sonreír, sólo lloramos y nos quejamos. Únetenos, idiota. Con el tiempo verás que es lo mejor. No podemos darnos el lujo de tener inadaptados, es mejor si nos ayudas a matar toda esperanza. Necesitamos más tristeza, no es suficiente con la que tenemos. Pronto estarás tan enfermo y tan sano como nosotros y nos agradecerás. Ahora firma aquí y vete, camina por esas puertas giratorias que te escupirán de vuelta aquí para siempre. ¡Y hazlo rápido!

Pero no recuerdo esas puertas eternas. No siempre estuvieron ahí.
Definitivamente no siempre estuvieron ahí.