lunes, 28 de mayo de 2007

Los Observadores de Estrellas


Una noche tranquila y serena, de esas que sólo realmente puedes apreciar si te detienes a observar el cielo y las constelaciones, dos jóvenes se encontraban tendidos en el pasto. Era pasada la media noche, y el fresco rocío aromaba el momento.

Todo era tranquilidad. Las cigarras cantaban y producían la mas hermosa canción de cuna y el viento soplaba suavemente, trayendo consigo la mas arrulladora de las caricias. El tiempo no existía, sólo eran él, ella, y las estrellas.

La luna se encontraba en su apogeo y bailaba con las nubes, formando con ella una hermosa espiral de luz y obscuridad. Parecía una orquesta de formas y colores. Todo esto junto al luminoso mar de estrellas. Más brillantes que nunca, tan admirables como siempre.

De repente, entre los miles y miles de zafiros celestiales, una pequeña estrella comenzó a emitir un brillo superior a los demás.

Los jóvenes se asombraron, y concentraron su atención en esa diminuta estrella. En ese momento, la estrella se desprendió de su constelación y , como si tuviera juicio propio, descendió lentamente.

Asustados, se levantaron y con la mirada fija al cielo esperaron su caída. Horas, minutos o segundos después, la estrella finalmente alcanzó su destino y se postró frente a los observadores de estrellas. Ellos, confundidos de ver una estrella realizar tal maniobra pero asombrados de ver una estrella tan cerca, más cerca que nadie, permanecieron frente a ella. La estrella, finalmente, habló:

-Hola-
Los jóvenes observadores, perplejos y boquiabiertos, se esforzaron en no perder el conocimiento. Entonces ella, temerosamente respondió :
-Hola... ¿qué eres?-

La estrella, confundida con la pregunta, respondió:
-Soy una estrella, ¿que más podría ser? ¿Qué acaso no son ustedes observadores de estrellas?-

Él, tratando de no pensar en que las estrellas no sólo hablaban, sino que también eran algo groseras, contesto:
-Si, lo somos.... es sólo que en todos nuestros años de observar, nunca vimos una estrella que descendiera y hablara con los humanos.-

La estrella, después de oír la confusión de ambos, respondió:
-Les garantizo que no sólo hablamos, sino que pensamos, sentimos y existimos. Cada una de nosotras es tan valioso como cualquiera de ustedes dos.-

La joven, acercándose cada vez más, contestó:
-Pero.. ustedes son millones y millones, y tan iguales entre sí. Me es difícil de creer que sean tan diferentes unas de otras.-

La estrella, casi inmediatamente, replicó:
-Todas las estrellas somos irrepetibles, pensamos y sentimos de distinta manera. Hay algunas estrellas que permanecen estáticas toda su vida, amarradas a su constelación. Otras, que explotan y crean supernovas, tratando de herir a las demás. También hay estrellas que viven una vida vacía y simplemente se apagan. Finalmente, hay estrellas fugaces como yo que recorren el universo, buscando y conociendo nuevas formas de vida, aprendiendo valiosas lecciones. Llevo ya mucho tiempo observandolos yo a ustedes y pensé en bajar a agradecerles.-

-¿Agradecernos? ¿De qué?- Preguntó él, sorprendido de la respuesta.

-Por observarnos y contemplarnos. Verán, una estrella tendrá sentimientos y pensamientos, y será tan valiosa como cualquier planeta pero no somos nada si no tenemos con quién compartirnos. Mientras haya observadores de estrellas como ustedes, personas que se percatan de nuestro valor, nos den nombres y coordenadas, nosotras seguiremos existiendo, brillando todas las noches,decorando el cielo como sólo nosotras sabemos.

Y en el fondo, somos muy parecidos: cada estrella tiene su valor, así como cada persona. Y así como hay observadores de estrellas, también hay observadores de personas, quienes están pendientes de su valor y de su importancia. Saben que cada uno posee cualidades que los hacen distintos e irrepetibles. Y aunque haya veces en que sientan que las personas no los aprecien, no se desesperen, sólo... miren al cielo. Ahí seguramente, encontrarán respuestas.-

Y tan rápido como llegó, la estrella despegó dejando atrás una estela de brillo y luz hasta llegar a las nubes, donde extendió un último destello y desapareció entre la inmensidad del espacio.