lunes, 4 de febrero de 2008

"El ajedrecista" Parte 1 (Peón)

DE AQUÍ EN ADELANTE, ESTÁ ENTRANDO EN LOS DOMINIOS
DEL
AJEDRECISTA-
leía el letrero que se encontraba justo frente a mi.

El cómo llegué a donde me encontraba era algo que no pasaba por mi mente en ese momento. Lo único en lo que podía pensar era en la invitación que ante mí se presentaba ese preciso instante. No había un pasado ni un futuro, sólo el presente. Un presente ambiguo en el cual no existían respuestas, sólo preguntas. Y justamente una era la pregunta que hacía eco en mi mente.

Seguí mi camino hacia lo desconocido. La preocupación y la inseguridad que tanto me caracterizaban no pudieron contra la curiosidad y la intriga que de mí se apoderaron, y entonces, me adentré hacia tierras profanas.

Era un escenario de ensueño, o quizás de pesadilla el que me rodeaba. Me sentía en algún tipo de dimensión desconocida o universo paralelo, alejado completamenpe de la realidad. El camino que seguía era de un mármol lustroso, separado en cuadros alternados de blanco y negro. El paisaje a mis alrededores era frío, seco y sin vida. Los pocos árboles que emitían de la ya marchita tierra estaban a un paso de quebrantarse. Entonces volteo y por un segundo, replanteo mis opciones. Las obscuras y torcidas rejas de la entrada se encontraban ya atrás. Sólo había una ruta: Adelante.

Después de un tiempo de seguir aquel camino que parecía interminable, pude observar a lo lejos una diminuta figura. El sol estaba a punto de caer. Era un atardecer mágico y misterioso el de ese momento. Había algo, no sé qué, en ese atardecer que lo hacía diferente a todos los que había visto. Pero claro, éste era un lugar completamente diferente a todos los que había visto.

Poco a poco la figura se tornó cada vez más y más humana.
Era un hombre. Era una persona.
Feliz y emocionado de no ser el único en aquel lugar de fantasía, apresuré el paso. Sin darme cuenta, comencé a correr hacia aquel hombre. Necesitaba respuestas. Y algo dentro de mí sabía que aquella persona podría dármelas.

Agitado y cansado, finalmente alcancé mi destino. Después de tomar un poco de aire, me postré frente a aquel misterioso sujeto. En cuanto fijé la mirada en aquel ser, me di cuenta que como todo en ese lugar, parecía sacado de algún cuento de hadas.

-Hola- Le dije.
Parecía que aquel hombre no se había siquiera percatado de mi presencia. Comencé a mirarlo fijamente. Su mirada estaba perdida, contemplando el atardecer. Entonces, repetí la acción.
-Disculpe, parece que me he perdido, yo...- Pero fui interrumpido.
-No estás perdido. Te encuentras dentro de los dominios del ajedrecista.- Respondió el hombre.
-Bueno, sí, eso decía el letrero.- Proseguí. -Pero lo que quiero decir es...-
Entonces callé. La verdad es que no estaba perdido. Sabía perfectamente donde estaba. De algún modo bizarro, las cosas tenían sentido. Desesperado, cambié de estrategia.

-¿Quién es usted?- Pregunté.
Necesitaba saberlo. Entonces, después de meditar un poco, volteó a verme. Sus ojos verdes esmeralda se conectaron con los míos en un mar de paz y calma. Entonces respondió.
-A veces las personas deberían preguntarse primero quiénes son ellos mismos, antes de preguntar a los demás quiénes son.-

Sus palabras resonaron en mi cabeza y tardaron en adquirir significado, hasta que finalmente las comprendí.
-¿Quién soy?- Pregunté en voz alta.
No supe responder. Aquella pregunta que en cualquier otro momento tendría sentido más que cualquier otra cosa en el mundo, en ese instante carecía totalmente de él.

Decidido que aquel hombre podría encontrar una mejor respuesta que yo para aquella interrogante, acudí a él.
-¿Quién soy?- Le pregunté.
Todas mis esperanzas se habían transmitido a su esperada resolución. Entonces dijo las palabras que empezarían un viaje del que todavía no estoy seguro si he vuelto:

-Tú eres tan sólo un peón en un mundo de reyes.-