-Estos años que tanto sufres y odias y de los que tanto te quejas, algún día serán de los recuerdos más chingones de tu vida. Cuando estés en tu lecho de muerte, vas a mirar atrás y no verás nada de ese coraje ni de esta indignación justificada que tanto mamas. No te acordarás de tu jefe, el hijodeputa que te hacía trabajar domingos y días festivos. No recordarás las desveladas entre semana, ni las crudas ni los dolores de cabeza, la mandíbula trabada por el perico, ni los trayectos a las tres de la mañana en bicicleta, pedo y taquicárdico. No se asomará por tu mente, ni por error, las veces que vomitaste bilis de coraje, pensando en lo que ganaban todos a comparación de ti. Las putizas que te metías mientras el cliente/la agencia/tus jefes/los de producción/todos menos los de Post, se revolcaban en ketamina y Gin Tonics sin un pelo de preocupación, confiados en que el depósito quincenal está garantizado (pase lo que pase) gracias a tu esfuerzo. Podrías, pero no va a pasar. Te lo garantizo. Nada. Cero. Niente.-
-¿Sabes de qué sí te vas a acordar?- continúa, mientras un cigarro apagado baila tímidamente entre sus labios. Toma un cuchillo para asar con torpeza y escarba en sus bolsillos, buscando desesperadamente una diminuta bolsa transparente que me dio hace cinco minutos y que guardo a salvo en mi cartera.
-Te acordarás de la primera vez que probaste el M, escribiendo un guión con tus mejores amigos. Te acordarás de cómo esas paredes mentales -años de programación jesuita- se cayeron en un segundo. Cómo, sin querer, te despertaron de un coma perceptivo. Recordarás cómo cinco pendejos construyeron una marca de respeto desde una bodega abandonada. Mismos pendejos que, cuando tenías cuatro meses desempleado creyeron en ti, quizá más de lo que tú hubieras confiado en ti mismo. Cómo siempre fuiste parte de todo, pieza crucial de un monstruo que nos comió y vomitó muchas veces a todos, pero cada vez que te levantabas, te hacía mucho más verga. Y verás muy, muy nítido todos esos instantes en los que te sentiste salvajemente vivo.-
Inesperadamente, El Hermani extrae una segunda bolsa de coca de sus bolsillos. La abre y trata que la gigantesca hoja del cuchillo para asar consiga entrar en una minúscula apertura del saco de polietileno. Gramo que minutos atrás, nuestro buen amigo El Bachas, amablemente nos proveyó libre de cargos extra, dada la hora.
-Atesorarás todos estos momentos como si no hubiera un mañana, neta, pendejo.- sentencia.
El Hermani sacude el gramo y sorprendentemente, consigue formar una respetable montaña blanca en la punta del cuchillo. Retira la hoja cuidadosamente y la lleva a su fosa nasal derecha. Inhala con la pasión de mil musulmanes. A lo lejos, un vinil gira suavemente sobre la tornamesa, susurrando:
What’s got into me?
Can’t believe myself!
Must be someone else.
Must be someone else.
Must be...
-Güey, estás hablando como si fueras un pinche gurú místico con siglos de sabiduría. Tienes cuatro años más que yo. No mames.- respondo, mientras intento desesperadamente formar una idea coherente que medianamente conteste a todo lo que acaba de decir. Doy un sorbo a mi trago mientras observo al Hermani con una muy fingida despreocupación.
-Puedes justificar todo bajo ese planteamiento: "Algún día te darás cuenta de lo que tenías y no supiste valorar", "Da gracias de tener trabajo", "Eres muy joven para apreciar lo que estás logrando". Pero son puras mamadas. Estoy entregando mis años más productivos a una empresa que gana treinta veces lo que me paga. Una marca que usa mi energía y talento, lo mucho o poco que sea, para hacer millones y que vive a expensas del trabajo de un equipo que se desgarra para cumplir metas irreales. ¿Y esperan que estemos agradecidos? Si seguimos ahí porque es lo mejor que hay. Porque en un medio tan podrido y corrupto, esto es lo único que nos queda. Y cada día que entramos por esa puerta, tratamos de hacer un trabajo digno y dar la cara. Y sobrevivimos insultos e indirectas, peticiones imposibles de clientes que quieren que hagamos magia con sus pinches videos, mientras esperamos a que llegue el fin de semana para ponernos hasta el pito y olvidarnos de todo. Dejar de pensar y desconectarnos por 48 horas de esta cosa que nos controla y nos hace imposible dejar de operar bajo sus términos. Así que perdón si no estoy de acuerdo. Sencillamente no veo cómo lo que me platiques vaya a pasar."
El Hermani me observa con calma. No interrumpe nunca, aunque se muere de ganas de hacerlo. Sabe que Gina nos está viendo. Sabe que esta conversación no va a llegar a ningún lado, así que enciende su cigarro y me sonríe, con una abundante serenidad, alcohol y cocaína corriendo por sus venas.
-Tómalo o déjalo, no hay pedo. La neta, me vale verga si aprendes algo en esta peda, si tienes una epifanía, regalas tus posesiones terrenales y te vuelves monje. Yo te lo digo porque lo he vivido. Y creo que eventualmente lo vas a sentir. Pero bueno, cada quién...-
Un miedo tibio me inunda la garganta. No sé cómo responder a su pasividad. No soy bueno en este juego. Quiero provocar todo. Agitar, lastimar, destripar salidas. No soporto la duda, el silencio. Derrumbo mi fachada, no soy ni la mitad de todo lo que he argumentado.
-¿Pero qué chingados pasa cuando quieres ser honesto? ¿Si genuinamente sientes que lo que haces está destruyendo mucho más de lo que construye? ¿Si te duele el pensar que sabes muy bien la verdad pero que, constantemente, tratas de ignorarla?-
-Hace tiempo que esa verdad de la que hablas se está quedando sin tinta.- dice El Hermani, sin parpadear.
Me levanto con un disparo de la silla de la barra. Atravieso el penthouse millonario de Gina y me encierro en el baño. Retiro la bolsa de perico de mi cartera y escarbo con las llaves de mi carro en la profundidad del recipiente trasparente de 2x2 cm. Llevo un bulto significativo a mi nariz y cierro los ojos. Inhalo, esperando una vez más que esto me duerma, me calme, me haga seguir aquí fingiendo ante todos que tengo algún tipo de respuesta.
Any day now
How's about getting out of this place.
Any ways. Got a lot of spare time.
Some of my youth,
and all of my senses on overdrive.
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