No he dormido en 36 horas. Es sorprendente la cantidad de cosas que puedes hacer si tomas tus horas de sueño y las transformas en horas productivas.
Ahora,
en el vuelo de regreso mientras giramos y giramos a diez mil pies de
altura sobre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México,
incapaces de tomar tierra debido al congestionamiento en las pistas de
aterrizaje (puta madre, hasta aquí hay tráfico)
hago un breve recuento de las actividades que desempeñé con estoico
postín clasemediero en este día y medio que llevo sin cerrar los ojos.
Levantarme,
bañarme, ingerir un intento de desayuno saludable (omelette de
espinacas y champiñones, inundado en aceite), correr -siempre tarde- a
la casaoficina ubicada en Saltillo número 9 de la inmamable Condesa e
instalarse con un brinco y de nalgas en la silla reclinable cuyo
descansabrazos derecho ha sido reducido a no más que un montón de hule
espuma.
Las
doce horas siguientes se irán gastando sin orden específico en las
siguientes tareas: editar videos de recetas de pasteles, de modelos
sudamericanos usando ropa ridícula y pretenciosa. Ensamblar fragmentos de material sin contexto o narrativa en lo absoluto, intentando desesperadamente entregar algo por que pase por "contenido" para
canales de Youtube de hijos pubertos de empresarios multimillonarios,
los cuales bajo el esquema de una campaña de movilización social,
terminarán por anunciar cerveza o zapatos o coches, artificio de una
mafia del marketing diseñada a hacer pensar a la gente que queremos ser
como cualquier imbécil que nos pongan frente a un lente. Hacer fila en
la fonda de la esquina para poder tener el derecho de pedir consomé,
arroz (el mío con un huevo estrellado encima, por favor),
enchiladas verdes de pollo -con todo- y tu Bocadín® de postre. Pedirle
un cigarro a tu amigo El Cubo, pedir un $300 de perico a El Bachas,
esperar al perico, recibir el perico, inhalarlo, correr al OXXO por
chelas, correr al OXXO por un Black & White, hacer tragos para todos
los del departamento de post-producción, pedir más perico, inhalarlo,
seguir editando bodas y conferencias de las 100 mujeres más poderosas
según Forbes, seguir bebiendo y escurrir las horas con tus amigos entre
risas e historias de conflicto hasta que sean las 3 de la mañana para
regresar a casa, hacer maletas y manejar al aeropuerto.
Aterrizar
en Fort Lauderdale. Tomar un Uber que te deje en la UPS Store ubicada
en 1951 NW 7th Ave #16 y recoger un paquete con cuatro pilas para cámara
RED. Caminar tres cuadras al Wendy’s más cercano,
desayunar y colgarse del Wi-Fi para nuevamente pedir un Uber que nos
llevará al Spa japonés más cercano, el New Asian Heaven Massage.
-Hi, I would like some information about the different kind of massages and services you offer, as well as the prices.-
-Yes, massage.-
-Ok, I want a 1-hour massage, onegai.-
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-Yes, massage.-
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Minutos después, mientras la joven Aiko frota mi verga con un aceite caliente -quizá demasiado
caliente- y acaricia mi glande con sus dedos en movimientos circulares
orgásmicos, habría de enterarme que este Spa apenas tiene dos meses de
operación ya que el anterior Asian Heaven Massage fue
obligado a clausurar cuando un político local se vio envuelto en un
escándalo de adulterio y desvío de recursos. El orden de los factores no
alteró el producto.
-So this is the New Heaven, the other one was just "Heaven".-
-So this is the New Heaven, the other one was just "Heaven".-
Y fue ahí, en la Florida Republicana Levantamuros de Trump, donde finalmente pensé: tal vez de eso se trate el nuevo Cielo.
Un paraíso radicalmente nuevo en el que nuestros vicios y prioridades
ya no son las de antes. La promesa ha cambiado por completo, intentando
ponerse al corriente con el Siglo XXI. Ahora nos vale madre la vida
eterna, la felicidad absoluta nos genera una hueva inconmensurable.
No
queremos paz, ni serenidad, ni sabiduría, ni amor. Buscamos ruido,
sordidez y exceso. Una generación Copo de Nieve demasiado frágil,
especial y única para aceptar la autocrítica, condicionada a una
gratificación tan inmediata que cualquier cosa que demanda más de cinco
minutos de enfoque se considera aburrido. Pero nos unimos a la
masturbación intelectual de diseñadores gráficos y artistas plásticos,
pintores que escupen en un lienzo y cobran $350,000 pesos. Rodeándonos
de fraudes igual de perdidos que nosotros que llamamos amigos mientras
aportamos nuestro granito de arena para destruir la cultura audiovisual
con la basura que exportamos y nos consolamos diciendo ”de algo tenemos
que comer” para amainar nuestra soledad y desesperación mientras
succionamos drogas que nos adormecen y nos despabilan a placer al mismo
tiempo que rogamos, GRITAMOS por atención en una pantalla y pagamos a
inmigrantes ilegales asiáticas por migajas de afecto sin sentir un gramo
de culpa.
Welcome to Paradise.
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