Hemos visto al mismísimo tiempo crecer.
Nos dio ventaja, nos dejó ganar en su juego.
Pero presa de sus propios trucos y encantos
Se volvió añejo y corpóreo.
E incrédulos, pasamos nuestros dedos curiosos por sus arrugas.
Por su mirada cansada, por sus cabellos plateados.
Y nos dedicó una melodía a luces apagadas:
El son de las noches sin sueño
Y la sonrisa de dientes ausentes que esbozó
Cuando nuestros labios cayeron en el mismo lugar.
Estoy atrapado en la simetría de nuestras voces.
Perdido en el calor de tu piel.
Conjuro las tazas de café, las manipulo para que no cesen.
Historias del lado de acá, del lado de allá y de otros lados que rondan como fantasmas tímidos,
Se asoman, se camuflan en silencio.
Y te las cuento cada una al oído, en susurros deseosos.
Sigo pendiente de tus mil reflejos.
Me hacen tanto bien.
Le gritamos a ese globo desconsiderado que decidió escapar de nuestro agarre.
Pero se atoró entre las ramas, su huida fue frustrada.
Le imploramos que bajara.
Se negó pero terminó cediendo,
Siempre tan rebelde, tan alterante.
Siempre tan rebelde, tan alterante.
Pero la tarde se tornó obscura, el viento embistió con fuerza y tuvimos que volver.
De vuelta a nuestro refugio, a las entrañas del bosque.
Y ahí, hice un trato con la luna:
No ceses tu brillo.
No contengas tu fulgor.
No ceses tu brillo.
No contengas tu fulgor.
No vayas a la cama.
No dejes que esta pieza termine.
No dejes que esta pieza termine.
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