Cuando regresé a mí, me di cuenta que no era yo quien habitaba ése cuerpo. Había algo diferente: La armadura era la misma pero había ocurrido un cambio. Interno y sutilmente drástico, y podía sentirlo pese a la abrumadora sensación de descontrol e impotencia.
Algo o alguien se había apoderado de mis ideas, pensamientos, de mis acciones. Y desde aquella tarde no fui el mismo.
A partir del momento en que la ví, supe que toda mi existencia había pasado a su completa y total posesión. Creo que los antiguos le llamaban "amor."
Lo conocían como el fantasma del deseo, que posee los corazones y mentes de quien se atreva a cruzar su camino, viajando a través del tiempo y del espacio.
Aún en la actualidad su cura permanece un misterio..
Y yo, no podría estar más enfermo.
Slow motion
Hace 2 años
1 comentario:
es fundamental conservar esa libertad que nos hace ser nosotros, esa esencia... hay que dar, no demasiado....
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