Alguna vez llegué a preguntarme si algo de lo que creíamos, casi inconcientemente, realmente existía. Es decir, si en verdad tenía lugar en éste loco mundo en el que coexistimos todos. Casi por obligación, desde que nacemos estamos inculcados a tener ciertas creencias, ciertos aspectos de la sociedad que en su momento están fuera de nuestro criterio y que, por tanto, nos son transmitidas para nuestra memorización hasta que lleguemos un determinado punto de maduréz en donde finalmente podemos decidir en qué y en qué no creer.
Creo firmemente que he llegado a éste punto.
Algunas personas no creen en Dios. Otras no creen en el Estado, o en las personas, en el matrimonio, no creen en el amor. Algunas personas no creen en la Iglesia, ni en la sociedad. No creen en el karma, ni en la felicidad. Algunas personas no creen en la amistad, o en la sinceridad.
Algunas personas deciden creer que no es necesario creer.
Yo he elegido creer y no creer en algunas de éstas cosas.
No creo en Dios, ni en la Iglesia, y tengo fuertes razones para no hacerlo. Me considero una persona realista, trato de ver siempre la objetividad de las cosas y creo que si algo puede explicar el mundo es la ciencia, no un concepto abstracto, una verdadera necesidad del hombre como lo es la religión.
No creo en el estado, pero creo en la sociedad. No creo en el karma, pero creo en las personas y que todavía existe, aunque sea en pequeñas y muy rebuscadas cantidades, la sinceridad de las mismas. No creo en el tiempo, cosa bastante rara. El tiempo lo considero algo demasiado subjetivo como para ser plasmado en dias, horas, minutos o segundos. No hay reloj que pueda hacer tan complicada tarea: La medianoche de hoy no será nunca la medianoche de ayer, ni la de mañana. Cada lapso de existencia tiene su propio trasfondo. Único e irrepetible.
Creo firmemente en la amistad, y creo más que nada en el mundo, en el amor.
Creo finalmente, que todos necesitamos algo en qué creer y en qué no creer. Nos hace darnos cuenta de quienes somos y que posturas decidimos tomar. Nos hace diferentes a algunos pero nos une a otros, aquellos que compartan nuestro punto de vista.
Y más fuerte que nunca, y con una certeza abrumadora puedo decir sin dudas, abiertamente y a los cuatro vientos:
"Creo en mí mismo."
Slow motion
Hace 2 años
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